Es tan complicado el negocio de la vida, cuando
le dedicas todo el tiempo que tenes a un sueño, porque te dijeron que hay que
luchar por los sueños y al final nunca sabes si vas a lograrlo, o lo alcanzas y
pensabas que así ibas a ser feliz, pero resulta que no te sentís feliz.
Tanto nos complicamos que me vienen tantas
preguntas a la cabeza: ¿Para qué hacemos planes si sabemos que el futuro nunca
es seguro? ¿Para qué nos esmeramos estudiando una carrera si sabemos que mañana
mismo podemos morir? ¿Para qué soñamos si el presente es la vida que
tenemos?... son tantas preguntas sin respuestas, y tantas cosas que seguiremos
haciendo sin saber por qué.
Nos matamos trabajando y algunos hasta se dan
el lujo de ahorrar pensando en un futuro, invertimos nuestro dinero en planes
para el mañana, y el presente no disfrutamos al cien por ciento, todo porque el
mañana es más importante, cuando el mañana muy pronto se vuelve ayer, y el ayer
ya no podemos cambiarlo, solo recordarlo.
Nos cuidamos demasiado porque tenemos miedo a
equivocarnos, o tropezar con la misma piedra de ayer, lo que nos pasó alguna vez
nos dolió y no queremos volver a pasar por lo mismo y nos cerramos a nosotros
mismos, nos negamos a la oportunidad de volver a equivocarnos con el propósito
de aprender más cada vez, nos olvidamos que somos humanos y equivocarse es una cualidad
nuestra.
Y la vida se vuelve más difícil cuando volver
a confiar en la gente es un desafío de todos los días, y cuando lo hacemos, nos
traicionan de vuelta, y a veces, de las persona
menos esperada. Todo se complica más aún a medida que crecemos y abrimos
los ojos a la verdad y es preferible la verdad a que nos mientan, pero
cuando sabemos la verdad nos duele, qué complicados somos, y lo que duele no es
la verdad en sí, sino que no sea como nos gustaría.
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